En este último domingo de Adviento, Emmanuel, Dios con nosotros, está por nacer. Esta es la Buena Noticia que debe alegrarnos: comprender que el nacimiento de Jesús es la garantía de que Dios cumple su promesa con la llegada de su Hijo al mundo. El Evangelio nos da la oportunidad de contemplar el paso de la historia de la salvación en la humanidad. Dios se mezcla entre nosotros, se une a nuestros triunfos y fracasos. Ya no hay nada que temer: Jesús llega para iluminar nuestras tinieblas. “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros” (Mateo 1:23).
También la liturgia de hoy nos permite admirar a José, esposo de la Virgen, y tomar ejemplo de su valor, de su capacidad para guardar silencio y de su forma de actuar ante ella. José tomó la difícil decisión, en medio de la situación que vivía, de no difamar a María y repudiarla en secreto. Protegerla a ella y al niño fue su prioridad. “Tú eres el que pondrás el nombre al hijo que ella dará a luz. Y lo llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). Gracias a esa prudencia y justo silencio de José, Jesús pudo nacer de María. ¿Cómo es mi prudencia ante los acontecimientos que atravieso en mi vida? ¿Sé guardar secretos para no destruir la vida de los demás? ¿He guardado espacios de silencio en este Adviento que me ayuden a mi crecimiento espiritual? ©LPi
Notas de Misa
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