Las lecturas de hoy nos presentan al prometido por Dios desde el Antiguo Testamento. Al ser bautizado por Juan, Jesús asume su misión pública, nada fácil, por cierto. Sin embargo, no está solo. El Espíritu Santo lo acompañará a lo largo de su vida y misión. “En ese momento se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Al mismo tiempo, se oyó una voz del cielo que decía: ‘Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco”. (Mateo 3:16-17). La liturgia de este domingo nos invita a descubrir la magnitud de nuestro bautismo. Desde ese día, el Espíritu Santo nos acompaña y guía en cada momento de nuestra vida. Solo basta con dejarlo actuar, y hará maravillas en nosotros. ¿Sabes la fecha y el día de tu bautismo? ¿Conoces el nombre del sacerdote que te dio el sacramento?
“Los bautizados se han revestido de Cristo” (Gálatas 3:27). “Por el Espíritu Santo, el bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica” (Catecismo de la Iglesia Católica, #1227).
Gracias, Señor, por amarnos tanto, porque por nuestro bautismo nos acogiste y abrazaste en tus brazos, y nos manifestaste ante la comunidad para formar parte de la familia cristiana. Todos somos hijos e hijas de Dios por el bautismo. Desde su bautismo, Jesús pasó haciendo el bien durante su vida terrena. Por lo tanto, nuestro compromiso como bautizados debe ser el mismo: ¡hacer el bien! ©LPi
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