Hoy recordamos a nuestros familiares y amigos difuntos. Elevamos nuestras oraciones con las palabras del Salmo 130: “Desde el abismo clamo a ti, Señor: ¡Señor, escucha mi voz! Que tus oídos estén atentos al clamor de mis súplicas”. De esta forma, la Iglesia conmemora a todos los fieles difuntos.
El Papa Francisco nos dice: “La Conmemoración de los difuntos tiene un doble sentido. Un sentido de tristeza: un cementerio es triste, nos recuerda a nuestros seres queridos que se han marchado, nos recuerda también el futuro, la muerte; pero en esta tristeza, nosotros llevamos flores, como signo de esperanza. Puedo decir, también, de fiesta, pero más adelante, no ahora. Y la tristeza se mezcla con la esperanza. Y esto es lo que todos nosotros sentimos hoy, en esta celebración: la memoria de nuestros seres queridos, ante sus restos, y la esperanza. Pero sentimos también que esta esperanza nos ayuda, porque también nosotros tenemos que recorrer este camino. Todos nosotros recorreremos este camino. Antes o después, pero todos. Con dolor, más o menos dolor, pero todos. Pero con la flor de la esperanza, con ese hilo fuerte que está anclado en el más allá. Esta ancla no decepciona: la esperanza de la resurrección”. No debe existir ninguna duda, el Evangelio confirma esta ancla, que es Jesús y su promesa de vida eterna: “Toda persona que al contemplar al Hijo crea en Él, tendrá vida eterna, y yo la resucitaré en el último día” (Juan 6:40). ©LPi
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