La forma de actuar de Dios es muy diferente a la nuestra. A veces, con nuestras súplicas, queremos moldear a nuestro modo el actuar de Dios. Es por eso que muchas veces se pierde la esperanza: porque deseamos que las cosas sucedan cuando queremos y como queremos. Sin embargo, la Palabra de Dios nos invita a ser perseverantes en la oración: "Predica la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, corrige, reprende y exhorta con toda paciencia y doctrina" (2 Timoteo 4:2).
En lo que respecta a la injusticia, se necesita una tenacidad descomunal; es decir, no desmayar ante las adversidades, como lo demuestran los personajes de la parábola de hoy. San Efrén (306–373), en su Comentario al Diatesarón, escribe: "De hecho, la perseverancia de la viuda humilló la iniquidad del juez rebelde a Dios y la insolencia arrogante contra los hombres. La voluntad de la viuda las sometió, y de esta manera pudo encontrar justicia ante su adversario. La oración inoportuna transformó las dos ramas amargas para que dieran frutos dulces, ajenos a su naturaleza… El fruto de la justicia es la correcta atribución de los oprimidos, y el fruto de la bondad es el consuelo de los afligidos”. Oremos hoy por todas las personas que buscan justicia, luchando día a día hasta encontrarla. Tengamos la seguridad de que Dios, en su infinita bondad, escucha sus ruegos, porque Él es justo y su misericordia no tiene límites.
©LPi
Notas de Misa
General
