Reflexión del Evangelio
Si alguien no piensa como nosotros, lo descalificamos; si no seguimos las reglas del juego nos sacan del equipo. Y así, sucesivamente, nos mueve la sociedad para seguir su corriente. En tiempos de Jesús pasaba lo mismo. Como Jesús estaba haciendo cosas fuera de lo normal, tuvo tensiones con su familia y con los escribas. “Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a buscarlo para llevárselo, pues decían: Se ha vuelto loco. Mientras tanto, unos maestros de la ley que habían venido de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebul, jefe de los demonios, y con su ayuda expulsa a los demonios” (Marcos 3:21-22). Tal parece que hacer el bien no es del buen parecer de todos. Cumplir cabalmente con la voluntad de Dios trae problemas serios, en la familia, en la sociedad y en el mundo. ¿Qué nos anima actualmente para hacer el bien? ¿Dónde están los que necesitan nuestro aliento y esperanza?
Sin duda que hay que fijarnos en Jesús, quien da la pauta y la seguridad para seguirlo y llevar a cabo su reino de justicia y de paz, y para tener más seguridad de que estamos con él, y haciendo lo que le agrada lo bueno, lo justo. Él clarifica entonces, y ahora, quién es su verdadera familia. “Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre” (Mateo 3:34-35). Ahora, pues, nos toca vivir como verdaderos hijos e hijas de Dios. ¡Que dignidad tan grande, hechos a su semejanza! ©LPi
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